Este rasgo o estado de la mente es intrínseco en todos los seres humanos. Estar presente y consciente en un momento determinado donde cuerpo y mente se sincronizan totalmente en un instante de realidad presente. Esta habilidad la hemos ido olvidando por el ritmo acelerado de nuestras sociedades y nuestra atención se ha vuelto débil e intermitente al pretender atender las inalcanzables demandas donde a su vez nuestra mente se encuentra más preocupada por lo que ocurrió o por lo que aún no ha ocurrido, lo que nos conduce al descuido, el olvido y el asilamiento reaccionando de manera automática y desadaptativa generándonos dolencias psicosomáticas en nuestro cuerpo, conflictos internos y externos y en definitiva sufrimiento.

Afortunadamente este rasgo de la mente se puede entrenar lo que nos permite aprender a relacionarnos de forma directa sin huir y sin aferrarnos con aquello que esta ocurriendo en nuestra vida, en el aquí y ahora, acogiendo y trabajando conscientemente con nuestro estrés, dolor, enfermedad ó perdida y con los distintos desafíos de nuestra vida sin abrumarnos, así como disfrutar con mayor intensidad de los buenos momentos que nos regala la propia existencia.

La práctica de la atención plena nos permite salir de nuestra particular película mental y vivir desde la presencia que se sucede cuando estamos atentos y conectados con la experiencia directa del momento presente, restableciendo así nuestro equilibrio interno y externo, desarrollando una nueva visión más ecuánime, amable y sincera hacia uno mismo, los demás y el mundo que nos rodea.